Se agradece no olvidar











Dicen que en la vida hay tres tipos de personas… (me animaría a pensar que muchos más). Pero quizás solo haya tres en este punto.

Personas que teniendo mucho, agradecen poco.
Personas que teniendo poco, agradecen mucho.
Y personas que teniendo mucho o poco, no agradecen nunca. 

Hace un tiempo atrás, con una persona desconocida hasta ese momento para mi, coincidimos en el mismo espacio. La sala de espera de un hospital. 

Suele sucederme a menudo que las personas se me acercan con unas irresistibles ganas de contarme sus problemas. Sobretodo cuando se trata de salud. Y ésta no fue la excepción.

- ¡Ay que tema, que tema! Empezó a decir el hombre, buscando mi atención como quien quiere entablar una conversación. Yo, miraba hacia otro lado como fingiendo no haber escuchado nada o estar distraída. 

- Pero bueno..- siguió. -No hay mal que por bien no venga-. Y ahí capturó mi atención.

Volteé a mirarlo y dije: -¿Qué le pasa?-

-Las diálisis, mija..- me dijo

- Esto que ya se hace costumbre pero que cansa un poco ¿A quién no le gustaría estar sano?

Y luego continuó…

-Yo no soy una persona que piensa mucho las cosas. Nunca tuve esa cualidad si se quiere. Pero esta situación. Esto que te pasa cuando te tocan la salud eeehh… me dio vuelta la tortilla

- Usted sabe que en los últimos meses he pasado más tiempo en el hospital que en mi casa. A veces internado, a veces no. Siempre agradecí el tener la posibilidad de que me atiendan los doctores y que las enfermeras sean un amor. Pero las veces que me internaban… ahhh la comida. ¡Qué asco la comida!

- Mire que yo no fui nunca exquisito de gustos. Comía, como quien dice, por comer. La Rosita, mi mujer, me hacia la comida y yo ni gracias le decía. Ni que rico, ni que bueno. Nada. Aunque pensándolo bien… sí.. algo le decía.. capaz que la criticaba un poco. Si le quedaba muy salado o si estaba fría o si era poco. Pero elogios nunca. Agradecer ¡menos! Y ahora que paso por esto pienso… ¡Qué bien que cocina la Rosita y que desagradecido fui! 

Si hay algo que aprendí de esto es que nunca más voy a despreciar una comida ¡y siempre voy a agradecer!

-No lo hará-. dijo una voz. 

Alguien venia oyendo nuestra conversación. O mejor dicho su relato mientras yo simplemente escuchaba. 

-¿Cómo, cómo, cómo?- Se impacientó mi nuevo amigo. 

-Eso. Que no lo hará

Hoy, ante el contraste de lo vivido puedes caer en la cuenta de la importancia de agradecer. Te sientes agradecido y hasta te emociona lo afortunado que habías estado siendo sin darte cuenta. Pero déjame decirte lo que va a suceder…

Mañana irás a tu casa y probablemente sigas agradeciendo. Pasado quizás lo hagas, aunque tal vez un poco menos. Luego lo recordarás cada dos o tres días y, aunque es probable que ya no lo sientas tanto,  seguramente lo sigas haciendo por un impulso mecánico del pensamiento. Pero después de todo. Con el paso del tiempo, cuando seas tentado nuevamente por la rutina, te olvidarás por completo. Sencillamente porque el ser humano está programado para olvidar. 

Mi amigo quedo pálido del sopapo de palabras que recibía de aquel extraño. 

Y como casi por instinto de supervivencia le salió desde dentro de sí:

-¡¿Y cómo hago para no olvidar!?

Y el hombre misterioso respondió: 

-Sólo dándole el crédito a quien corresponde-. 

Y sin decir más, se fue.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Un Designio Inesperado

El Día es Hoy