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El Día es Hoy

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Un día de verano, de esos en los que se siente muchísimo calor, me encontraba en la fila de un banco, a la espera de que se resolviera un trámite que sí o sí debía concluir ese día.  Ya era mediodía, tenía hambre y las cajas parecían que avanzaban en cámara lenta.  Mi mañana – que había comenzado con todo el ímpetu creador – ideando decenas de  proyectos y  planes  para  «aprovechar»   bien el día, parecía irse por el drenaje. En un momento mi mente se puso a reflexionar en esos   “momentos perdidos”  que algunos le llaman   “tiempo muerto”  en los que sientes que no puedes hacer nada o, mejor dicho , sientes que no estás haciendo nada productivo , que  no controlas la situación  y que  están jugando con tu tiempo .  Fastidiada empezaba a creer que esas personas tenían razón, hasta que de repente un hombre –que juzgué estaba en la misma situación que yo– se acercó y me dijo: –¿Sabes qué día es hoy?  – No estoy segura, ¿16 de diciembre – respondí yo.  –Hoy es un gran día para comenzar

Se agradece no olvidar

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Dicen que en la vida hay tres tipos de personas… (me animaría a pensar que muchos más). Pero quizás solo haya tres en este punto. Personas que teniendo mucho, agradecen poco. Personas que teniendo poco, agradecen mucho. Y personas que teniendo mucho o poco, no agradecen nunca.  Hace un tiempo atrás, con una persona desconocida hasta ese momento para mi, coincidimos en el mismo espacio. La sala de espera de un hospital.  Suele sucederme a menudo que las personas se me acercan con unas irresistibles ganas de contarme sus problemas. Sobretodo cuando se trata de salud. Y ésta no fue la excepción. - ¡Ay que tema, que tema! Empezó a decir el hombre, buscando mi atención como quien quiere entablar una conversación. Yo, miraba hacia otro lado como fingiendo no haber escuchado nada o estar distraída.  - Pero bueno..-  siguió. - No hay mal que por bien no venga -. Y ahí capturó mi atención. Volteé a mirarlo y dije: - ¿Qué le pasa?- - Las diálisis, mija. .- me dijo - Esto que ya se hace costumbr

Un Designio Inesperado

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Cuenta la leyenda que hace mucho tiempo atrás una tribu del norte de Asia se reunió junto a la hoguera. Como la tradición lo indicaba, el jefe de la tribu, tras oír el llamado del Dios del Fuego, les entregaría una carta a cada uno de ellos, la cuál revelaría su propósito en este mundo. La ceremonia era sencilla. Aunque no por ello menos profunda. Sólo requería adorar al Fuego, contemplarlo y darle las Gracias por el Milagro de la creación y por ser una parte manifestada de ella.  Toda la noche transcurría ­así, meditando profundamente y en expectativa silenciosa. Al día siguiente, tras los primeros vestigios del alba, precedidos por la quietud de la noche y anunciados por el canto del ruiseñor, llegaba el momento de develar cuál sería el destino de cada uno. El cacique repartió las cartas, con Suma Presencia y Sagrado gesto. Cada quien tomó la suya, abrigándola entre sus manos con total aceptación. Dijese lo que dijese. Puesto que sabían que la revelación y la felicidad jamás están es

La Puerta del Infinito

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Cuando ese día llegue al templo Zen, un Maestro me estaba esperando. Las piedras suspendidas en el calmo lago marcaban el camino hacia la entrada, donde el sabio Maestro aguardaba la llegada de sus visitantes.  Con una delicada reverencia entré, y unos pocos minutos de silencio antecedieron a sus primeras palabras:   -Siéntate, no querrás que se enfríe tu té-. Obedecí su grata propuesta y antes de que alcanzara a beber el primer sorbo me preguntó:  -¿A qué has venido?- –  Vine   porque   quiero saber si después de tantos errores que he cometido, la Puerta del Glorioso Infinito sigue estando abierta para mí-. El Maestro me miró fijo a los ojos y tras otro breve silencio me dijo: – Sígueme- . Inmediatamente me puse de pié y obedecí su mandato. Salimos del Templo y a un costado, sobre el lago sereno, el camino de piedras que me había traído, parecía continuar. El Maestro subió a una que sobresalía suntuosa y empezó a avanzar pisando una piedra tras otra… Yo, lo seguía detrás.  En cada pas